Dos veces campeón de Europa de hockey sobre hielo, Roman estaba destinado a ser deportista.

Pero a los 14 años conoció a un grupo de chicos que le hicieran probar metanfetaminas en una fiesta y le gustó. Durante el año que siguió esa primera vez, empezó a consumir regularmente y a asaltar farmacias con sus amigos.

Cuando su madre descubrió lo que estaba pasando decidió quitarlo de la escuela, alejarlo de sus amistades y enviarlo a la escuela militar. Pero cuatro años después empezó la guerra en Yugoslavia y la escuela envió a Roman, junto con cientos de otros jóvenes, como soldados. Cuenta que lo más difícil que le ha pasado ha sido tener que disparar a un niño y a su madre que avanzaban hacia él con explosivos. Disparó para no morir, pero sigue pensando en ese momento y dice que lo único que lo ayuda a dejar de pensar son las drogas.

Años más tarde durante una pelea delante su casa, Roman mató a un hombre y fue condenado a 12 años de cárcel. Al salir no conseguía tener una vida normal porque se sentía juzgado así que decidió cambiar de país. 

Ahora lleva 5 años viviendo en Barcelona y quiere tener una vida normal.