Michael ha crecido en un ambiente familiar tenso en que las peleas entre sus padres hacían parte de la rutina. Una tarde al llegar a casa encontró su madre en el suelo con un brazo roto. Esperó que su padre volviera y le pegó con todo lo que ha podido. Tras esa pelea el padre ha presentado queja a la policía por agresión e intento de homicidio y Michael ha tenido que huir de su país. Lleva 3 años viviendo en las calles de Barcelona y consumiendo heroína.

“Lo malo de la calle es la tentación de la droga” dice, “Es más fácil comprar droga que comida. Cuando no tengo dinero para comer me tomo una pastilla y paso el día, y mañana otro día que es lo que hace la mayoría de la gente en la calle”.

Se siente aspirado por la adicción y para huir esa sensación intenta hacer cosas que lo apasionan. Pinta su ropa y zapatos, lee todos los libros que pasan entre sus manos, y explica que es una forma de viajar sin droga, que lo ayuda a tener vida interior.

Para Michael la Creu Roja es un punto de anclaje, lo que lo ayuda a mantener su amor proprio. Es donde de ducha, come, lava su ropa, y donde tiene con quien comunicar.

Hasta hace poco tiempo vivía con un amigo en la calle, pero el amigo se suicidó y desde entonces Michael se siente frágil. “Es difícil vivir tan cerca del límite de lo que ya no se puede aguantar, de convivir con la soledad.”

Echa de menos a su madre, pero dice que no la llama para que no se preocupe con el.